La realidad críptica de las cosas

Las amigas clónicas me impedían el paso. Era lo más parecido a una anécdota que me estaba sucediendo a lo largo del día.
Lo que yo quería hacer era imposible y tenía tanta necesidad de ello que me resulta inútil  pensar en otra cosa y todo me aburría.
Esperé que abrieran la puerta, y al pasar dije "Hola".
Supongo que como mis gafas no hacían juego con las suyas, su consciente colectivo decidió que no era merecedora de tal ejemplo de educación y no me contestaron.
Estaba claro que hoy el aburrimiento era lobular total, me estaba dejando el cerebro cocido y el corazón en formato pixelado.
Cuando eso me ocurre tengo que hacer algo al respecto, porque si no los minutos son años y envejeces a una hostia espacial de velocidad de vértigo. 
Mientras caminaba y saludaba a todos los niños de un modo u otro que se cruzaban conmigo, llegué a la conclusión que quizá sólo fuera un día más para contar un día menos. De esos que tienen causa pero no efecto y aunque quedasen horas para que acabase no iba a suceder nada que me quitase esa sensación.
Y entonces:
Dos patos. Dos patos a su puta bola.

 Y cuando decido sacar la otra cámara, la de verdad,  para que se vea que son dos patos y no dos piedras y pienso como carajos han llegado ahí. Van y salen volando...



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