La rutina inaprendida.

Mientras escribía las suspicacias de las cosas, miraba de manera alterna, teclado-horizonte, teclado-horizonte, teclado-horizonte y decidió ponerle dedicatoria al texto que decía así: 


A medio camino entre limpiar el baño y el mocho en el pasillo, le entró el repentino impulso de escribir.
Intentaba ponerle nombre a eso que sentía por dentro, demasiados conjuntos de cosas, y no es que fuera indescriptible, podría narrar incluso el suspiro de una mosca rozando el viento pero sabía que si le ponía nombre, no saldría, ni rencor, ni dolor. 
La sangre de sus venas estaba tan espesa, que todo se producía a ralentí, además estaba nublado, pero no llovía, la melancolía del tiempo en estado puro.
El silencio, más el sonido armónico que lo envolvía todo, la hacía estar en un estado de mantenimiento pacífico y sobrio, sin estridencias ni agudos cósmicos. 
Era increíble pensó, su capacidad de paciencia. Todo era por aquél sencillo y temible sentimiento que tenía dentro y no quería nombrar de ninguna de las maneras. 
De todas las formas y modos que lo pensó, reflexionó y depuró; estaba allí. Cauto y preciso, somnoliento y conforme, intenso y latente.
Lo tenía demasiado claro. Y se puso a darle al mocho, con gesto serio y sonrisa en su cabeza.


El mundo paralelo tenía otra lucidez distinta y diferente pensaba horas después y de repente, como si tal cosa, conjugando tiempos y espacios recordó aquella corbata naranja haciendo juego con su vestido de semi-pedrería. Siempre quiso saber si aquello tuvo algún significado con certificado de origen. Más luego la foto en la escalera de azulejos de lujo, más luego...podría recabar la información suficiente en su cabeza como para recrear todos y cada uno de esos momentos. Pero no tenía ningún sentido hacerlo más allá del puro entretenimiento. No quería recordar nada de aquello.

Y ahora pensó que de todos los momentos pasados e incluso del anterior que pulsa una tecla cual querría recordar.
Un rostro apoyado en una almohada y los centímetros suficientes como para ver su reflejo en la mirada, eso era gloria bendita, azúcar selecto, perfección limitada, mucho más que cualquier cosa.
...si hubiera dicho la conjugación idónea del mentir, le hubiera perdonado cualquier futuro y sonrió pensando que esa, a su manera, era un muy buena dedicatoria y una insensata prueba de amor, por tanto del todo correcta por no decir perfecta.

Las palabras con sus transigencias e intransigencias que certeros y miserables , que hermosos y bellos seres podemos ser con el uso de ellas.
...bandeando caudales y goteando razones te digo que a las personas se las conoce por lo que hacen, no por lo que dicen.





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