La biografía de una historia cualquiera I


Capítulo I

De los días que estuvimos juntos no cociné ni una sola vez. Y la sopa cuyo caldo que salió de un brick, no se puede considerar cocina. Sería una absoluta falta de respeto.
El caso es que mi cabeza sin razón, se centra en el tomate aquél que fue hermoso como una flor por el corte de un cuchillo. Y que me comí junto a una deliciosa trucha con jamón.
Ahora me percato de que no pusimos velas, ni sonaba jazz de fondo.  Todo era de una sencillez absoluta. Sin adornos superfluos más allá del aderezo cariñoso y romántico que va en un plato de comida.
Lo que sucedía a continuación es del todo imaginable y digno de mención por eso me voy a permitir no escribirlo. Las pocas veces que salí corriendo desde el quicio de la puerta dando un salto a la cama, sí. Su rostro de sorpresa y la plenitud de sus ojos, sin heridas ni grietas que curar y mimar, me hacían feliz. Él estaba feliz.




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