Sin tapujos.

Zascandileo por mi memoria.

Intento encontrar algo en lo que sostenerme y no se me olvida que es Octubre, nunca se me olvidará que es Octubre, pero eso ya no tiene importancia. La importancia la mató el silencio y un ego trastornado.
La verdad está dentro de mi por encima de todas las cosas que mataron esperanzas e ilusiones y hay palabras que nunca se las llevará el viento porque están impresas en los rincones de mi seso.
El año se me premió con cuatro muertes que ya no escuecen pero me repercuten de vez en cuando la estúpida razón busca el sentido de las cosas.


Y miro por la ventana. 
El día es tan claro que escuecen los ojos, mi corazón emite sonrisas en morse esperando que al otro lado de las montañas reciban los pulsos.
Y todo cobra sentido.
Y sólo necesito respirar hondo para no ahogarme, mientras las circunstancias me chillan obligaciones sin emitir un solo por favor.    
Y quiero salir corriendo y no parar hasta llegar a tus brazos. Esos fuertes que cobijan ambiciones donde el poder de la piel es la premisa y los susurros de amor, el himno.
Si yo iba sola paseando y un sólo movimiento del aire que no se ve, me hacía sonreír. Imagina la alegría de mi alma cuando los pasos que crujen la tierra no se oyen porque tu mano amarra la mía. 

Desde que estás ni una sola lágrima derramada irrita mi corazón, todo lo contrario. Porque a veces la felicidad.
Se llora.

Mercedes Sosa y Martha Argerich. Alfonsina y el mar.

Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.