Principio de incertidumbre.


Te pones a dar vueltas al café con la cucharilla pero igual podría ser con el dedo.
Te vuela el pensamiento a ninguna parte. Todo es aburrido sin la fortaleza de una mirada. Miras el horizonte que tiene esa luz gris absurda porque está entre el quiero llover o brillar, cómo si el cielo no se decidiera ni por una cosa ni por la otra.
Abres la ventana, quieres respirar el olor de la mañana, huele a tierra mojada y a silencio calmado.
Giras la cabeza sin apenas grados y una colina con mirador te regala una caricia. 
A veces los parajes te regalan emociones y sentimientos.
La pantalla se queda parada. 
Se ducha, se masturba, llama, nombra, siente.
Respira.
El zig, zag de la de la colina se convierte con el paso del transcurrir, en el paseo dominguero de parejas con perro, sin perro, de deportistas, de soledades acompañadas, de compañías solitarias y compartidas. 
Un miligramo de ceniza en el teclado, filos de neuronas, una sonrisa, un por qué sí. 
Una escritura en post de una expresión, una repercusión sin querer ser causa, un te quiero que se lanza porque te alegra el día, que grato es el amor sentido, que ingrato aquél sin sentido. 
Frases que saltan sin conjunción y sin preposición, ¡Qué falta de respeto, qué valentía!.
No laten las latas, laten los golpes de sangre, ta, ta, ta...no es efímera la circunstancia, ni volátil el sentimiento, es ese movimiento uniforme y acelerado, que da los motivos suficientes para respirar profundo y con ganas de dejar al margen todo lo que no sea y está.
Y entonces una voz de nombre vasco te rapta la escritura y con la realidad de dos nombres dejas de escribir. 
Tú y él. 
    
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