La aguja perforaba su piel mientras su sonrisa perfilaba el dibujo de su gozosa condena. Respiro profundo, se iba a quedar dormida.
Todo lo demás menos el símbolo. Se esfumó.
Cerró los ojos y visualizó el sinónimo de su delirio.
Adoraba los ríos rojos en relieve de aquella curvatura fiel, revelada en centímetros de tela epitelial. Sus tonos rosas, sus sutiles grados de arcos que perfilaban los pliegues. Su final copulado emergente de blancos níveos templados a fuegos incandescentes.
Aquél sentir le arrebataba el aire.
El terso ángulo de unos muslos, guardaba grabados de veredas blancas. El respirar profundo encontraba su oquedad incompleta, Anhelando el roce de su circunferencia concéntrica cincelada en su retina.
Aquél sentir le arrebataba el aire. Cerró los ojos y visualizó el sinónimo de su delirio.