Buenos días, princesa.

Recuerdo una conversación de hace algún tiempo con un amigo en la cual me contaba que haría dos entradas para su blog a la semana y si no era así muy parecido. Ante la magnitud de tal objetivo yo me descojonaba porque no entiendo que las inspiraciones necesiten de disciplina, será mi espíritu libre o mi espíritu rebelde no sé pero es que yo creo que hay cosas que no se deben disciplicinar, como el amor, el sexo o los sentimientos o las inspiraciones.

Dormía tan poco que no le quiso despertar. Su rostro era pura poesía. Le beso ligero, se levanto en superlento y protegió su cuerpo del aire con su batín suave de seda, el manoseo de la tela le recordó su caricias y le volvió a besar ligero. 
El cielo era incierto, y el día claro. Aquél frescor matutino la envolvía los sentidos. Siempre salía a la terraza recién despertada. Necesitaba saber que sentía al roce del aire. Una sonrisa le desplegó las alas. Volvió a su lado, dejó caer la bata, se tendió a su lado, le beso en rudo y susurrando al oído ¿Volamos? 

Los revolcones crujieron sus cuerpos, los mordiscos abrieron los poros, las babas hicieron ríos de sangre,  las caricias muecas de placer, las lenguas batidos de gemidos y las embestidas salvajes.  Orgasmos al amanecer.



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