In crescendo

El mundo era igual que siempre, las montañas en sus sitios, el sol entra que te sale, las mismas caras, los mismos conceptos, el mismo no pensar de los mismos que no piensa, las mismas tropelías, las mismas conversaciones, el morir, el vivir, el caminar...etcéteras, sinónimos, antónimos y derivados.

Sin embargo. Todo que era exactamente lo mismo, que había sido siempre. Trasmutó por un suave matiz que brotaba del interior de un amanecer sutil y hermoso.
Años más tarde, en la soledad de una playa. Bajo el embrujo de la soldadura viva del cielo y el mar. Bajo la luz perfecta del atardecer. Ella sintió lo mismo, sin nombre y sin propósito. Podía evocar cada una de las milésimas de sensaciones de aquella luminosidad crepuscular, su paz, su hermosura, su plácido consuelo.



æ ste relato le falta un final que nunca se dejará de escribir.
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