Rutina artística



Tumbada en el sofá escucha recitar el mantra de los sentidos. Escribe el verso de la condena, le ruega ansioso. No, dice ella de color azul orgulloso.
Me rasgas.










Mientras estaba eligiendo la corbata adecuada para la camisa clarita tornasol según día claro barra nublado. Ella se miraba los dedillos al aire en sus sandalias. Era una jodida corbata lo que había que elegir, no el día del fin del mundo. Levantaba la vista de vez en cuando para mirar como estaba colocada la ropa por los tonos de los colores y de refilón y con ganas, le sonreía.
La conversación del dependiente con el susodicho era de intelectualidad modal. La rubia esa chupapenes (si lo piensan ustedes, como todas) nieta de los Hilton de pura cepa y estrella vomitiva de la MTV les daría el premio de la amistad chupiguay.
Pero es que eso es lo que era, dos puntos  y la siguiente en mayúsculas la compra de un corbata que hiciera juego con una camisa. Cuando ella se cansó de mirar sus dedos, todos los tonos de las ropas, y de escuchar la indecisión de uno y el consejo del otro.
Posó su dedo saturno en una de ellas y dijo: Ésta.
Añandiendo con vuelta y mirada de medio lado...¡Y ahora nos vamos de cañas! 

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