Él

Jesús era hippie, lo supe cuando a los trece años más o menos me enamoré de él. Yo hubiera querido coger una mochila e irme al fin del mundo con mi guitarra, mientras veía sus ojos brillar y cantarle canciones a la luz de la luna.

Yo crecí y mis pechos conmigo y a pesar de que nunca aprendí a tocar la guitarra, seguí soñando un mundo ideal con mi mochila a la espalda y mi mano con sus dedos enlazados con los suyos. 
Si tenía miedo la apretaba un poquito y él me la apretaba más fuerte. Bajaba su rostro, sus labios rozaban mi oreja taladrada de pendientes y decía  ¡Ey, nena estoy contigo!
En ese mundo ideal nunca hacía frío, tampoco nunca calor. 
En las noches, me abrazaba mientras churruscábamos salchichas en la lumbre y me contaba historias. Mira el cielo ¡Linda! cada estrella un orgasmo de amor y la oscuridad su lecho. Sus manos acogían mi cuerpo con la fuerza de la pasión y la ternura de sus labios. Y así pasamos espacios y tiempos.
Una mañana, que salía empapada de mi baño matutino en el riachuelo mientras intentaba desenredar mis greñas; le vi sentando en una roca alta con su rostro serio,por primera vez su rostro estaba serio. La lágrimas de mis ojos alertaron mi corazón.
- Me tengo que ir.
- Los pecados del mundo, no son tu condena. Le dije besando sus labios.
Él me abrazo fuerte muy fuerte y me dijo con un hilo de voz. " Siempre estaré a tu lado" y  comenzó a caminar..
Mis ojos le vieron perderse en el horizonte, y yo volví a un mundo en el que no quería estar. 
Ahora mis pelos marcan canas y aunque no le he vuelto a ver. Siempre está conmigo. 



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