En todos los momentos que no me encontraba bien, esperaba.
Esperaba con los gerundios de los verbos tristes a que pasara el tiempo.
Con pizcas de letras me iba desahogando de todo aquello.
Mi corazón bombeaba a velocidad de vértigo y mi cerebro era incapaz de filtrar tanto chorro de sangre a la cabeza.
Esperaba.
Y esperé números de tiempo sin querer contarlos a que una explicación con voz y sin gritos tuviera la suficiente fuerza motriz y el conocimiento humano.
Me sorprendo todavía cuando sin querer recuerdo el suceso que aconteció aquél año de mi vida.
Y pena que toda aquella alegría, ilusión, fusión, unión, fuese ficticia.
Volverá a pasar.
Es ese viento insensible de la noche de los silencios que toma mi aliento y me oscurece el alma en un gélido y amargo alarido mudo.
Y el dolor de mí, en mí, en todo mí.
Me estremece en las causas, en los motivos, en las dudas...
y si tú, tú..
excusa de las palabras, lamento de muerto, bicéfalo irracional de inteligencia artificial...
Estás llorando.
Estás llorando por esto que me haces...te mataré.
Juro por la gloria de todos y cada uno de mis escasos dioses.
Qué YO antigua reina de las dos tierras y nomenclatura reversa de mí.
Te mataré.
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