Apología labial de un te quiero.

La locura extrema no hacía mella mientras sacaba la ropa de la lavadora  o limpiaba el baño con la alegría de la música pululando por la casa.
Ahí sólo soñaba un gran amor con todos sus grandes polvos y derivados, estaba cansada del estado de liberación absoluto en el que me encontraba e imagine el mundo perfecto que hemos tenido todos alguna vez , mucho más perfecto.
Lo sigo imaginando.
El caso es que tendiendo la ropa y con el olor del suavizante en la nariz y el frío en la cara, me he sentido posible y plena como siempre debí sentirme.
Cómo deberé sentirme la próxima vez, cualquier otra cosa no vale, no vale.
Y siempre lo supe.

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