El psicoanálisis perfecto.

Ni siquiera por aquella época salía tanto.
Ocurría que cuando lo hacía me sucedían cantidad de cosas y si juntaba dos días de salida, tenía un tomo y medio de anécdotas que contar de risas, sonrisas y algún amago de mal rollo.
Era entretenido observar sus gestos, procesarlos, entenderlos. Era cómo saber una versión diferente de mi historia, claro que el matiz en el tono del relato y cómo utilizaba mis palabras, podían hacer de la cosas más tontas, la más bonitas, o cambiar la vivencia siendo exactamente la misma.
En cualquier caso en mi memoria estaba exactamente lo que yo había vivido y era curioso como al relatarlo de forma espontanea salía de manera precisa, la vivencia.
Todo un psicoanálisis perfecto. 


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