Allí sentada.
Allí sentada me sentía lejos de cualquier sitio y acompañada de todas las partes.
Me sentía cómoda sin ser observada por múltiples cristales de aumento y manos en disminución.
Respirar ya no era un suspiro, ingrato y lento.
Miraba absorta y escuchaba muda el rectángulo de mi ventana.
Aquella oscuridad tenía luz.
Lentamente el cansancio cerraba mis ojos, pero esa brisa encantada de las almas del silencio y la noche, me acariciaban el rostro haciéndome cosquillas y me sumergían en una sonrisa de percepción.
Parpadeaba tanto que mis palabras las cosía a mis huellas digitales para que no se me escaparan en el zumbido de un sueño.
El día había tenido mucha entonación con acordes de baladas y punteos de rock.
Necesitaba las nanas de mi locura debajo de la almohada y sus buenas noches en el roce de su cordura.
Debió suceder que los ojos se me cerraron solos cantando los buenos días. Porque hoy, que no es mañana . Todavía lo recuerdo.