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Un día leyendo me comí una preposición y se me lío el matiz.
Yo creo que leía despacio y pensaba muy deprisa, de ahí el despiste.
Después de ese momento que me he inventando pero que seguro que existió todo ha cambiado bastante.
El caso es que sigo aquí, en el mundo que no es, haciendo mezclas para encontrar tonos.




No soy nada, soy todo.




Otra vez el tiempo que siempre tiene el mismo ritmo, se me hace tan lento que mis movimientos carecen de gravedad y todo se ralentiza bastante. 
Me tiemblan las manos, me suda el cuerpo, y dudo que pueda pensar. Además no me veo, me miro, me detengo en el espejo, me observo y no estoy. 
Estoy perdida en el mundo de los etéreos. Sé que soy porque mi memoria reconoce mis rasgos, pero nada más que eso.
Qué extraña sensación... en un segundo me recuerdo en unas pupilas, reflejada, brillando, lo sé porque me miré y me percibí.
Estaba desnuda y hablando, luego besando, luego sintiendo...Me evaporé, sí. 
Me evaporé en un circulo perfecto, en un caleidoscopio de colores, de círculos concéntricos que giraban  entre si. Era el centro de mi universo protegida por su centro del universo, era la perfección más extransensorial que nunca hasta ese momento llegué a percibir.
Esa, esa sensación me ha unido a lo invisible, qué maravillosa sincronía con lo intangible, no puedo tocar nada, pero lo siento, su espacio, su holgura, su volumen. 

Me miro en el espejo.
Mis ojos, sus ojos, mi reflejo. Quiero salir para tocar lo que existe, y quedarme  aquí para respirar su presencia.
Nunca se podrá borrar de mí. 
Es la prolongación de lo que me falta, la necesidad colmada, el arrullo de mi agua, el silencio de mis gritos.

Cierro los ojos, está a mi lado. Cerebro 69




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