Otra historia.


A veces las palabras se me traban en los dedos, de tantas que tengo. 
Y es que están unas cosas y luego las otras. Y entre unas y otras ocurre en ocasiones que  no me encuentro ni la posibilidad, ni el motivo suficiente, ni las ganas.
Y los días cuentan sus horas a su ritmo y otras al mío en este infinito que no existe.

El tiempo es como la arena que cojo entre mis manos y se fuga por las rendijas que dejan mis dedos, cayendo a mis pies.




La estanquera me mira detrás del mostrador con su corte de pelo a lo francés; fabricado en Fuenlabrada y su talla ciento veinte de orangután.
Seguro que estoy exagerando me digo mientras relleno el hueco de la pantalla y le pongo énfasis al asunto.
Muestro indiferencia mientras miro los colores de los paquetes todos con la perfección del coloque en sus estantes de madera. 
Me toca mirarla el gesto de suficiencia y pedirla el vicio.  
Estoy exagerando, me digo. 
No es posible que la caiga mal a fuerza de mis visitas periódicas. 
No me conoce y la única diferencia que tenemos, aparte del gesto y la talla, fue el momento "Barrio sésamo" cuando conversamos sobre la diferencia entre "Largo y ancho" del papel. Y todo porque dije "Estrecho".
Estoy segura que no fuma, casi estoy muy convencida que ese es su problema.
El próximo día se lo voy a preguntar sólo por sentir mi gesto de suficiencia y su cara de sorpresa.

Si me dice que no, la preguntaré...y ¿Cual es tu vicio inconfesable?
Así la próxima vez que vaya quizá entienda que la he cambiado un todo por un nada y seremos amigas de gesto y anónimas de vida.




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