Y así evito que la masa cerebral que sostengo con riesgo elevado de locura elucubre métodos sofisticados de evasión.
Las letras no me entretienen, la música se me queda pequeña, escribo con inspiración y sin ganas, pienso demasiado y a veces muy poco o casi nada.
Por eso.
A veces lo único importante es sacar el rostro por el rectángulo de la ventana y respirar sin más pretensión que para sonreír al aire que respiro.