El blanco me ciega los ojos. Pensó. Mientras la camilla se mueve despacio derecha al cilindro saca cosas. No se puede mover, eso era fácil. Lo complicado es no pensar. Bueno, si me centro en sus ojos a lo mejor lo consigo, sigue pensando...
En el mismo tiempo pero en diferente plano. Ella se despierta de repente sin tiempo a pensar. Mira el hueco vació del edredón y sonríe.
Las pausas, los momentos, los ánimos y los desánimos es la única poesía existencial que conoce.
Lejos de allí hay un tú, con causa y efecto que hace el crucigrama de su yo.
Sin exigencias. Creando, observando y dando.
Si le mira sus ojos brillan y si no le mira también.
Si pudiera hablar de ello sin rosa merengue sólo se podría decir que es el brillo de sus neuronas con el seso más el sexo la principal causa del ánimo, pero no puede dejar atrás la percusión que retumba en sus adentros porque corazón lo tenemos todos pero grande pocos.
El respeto que la causa no está idealizado porque sabe con certeza que defeca imperfección saboreando la perfección, siendo por tanto genuino y auténtico.
Y es que para ella no hay nada más importante.
Y entonces para ella no hay nada más importante.
Y es que sabe que es lo único importante.
Si le pusiera un nombre con adjetivo sería sensación genial porque rellena sus vacíos y colma sus todos. Y es que junta su ser y su estar. Digamos que la versa el ánimo y la narra los sentidos.
Una voluta de humo se cruza en su mirada y se siente el cuerpo. Y entonces con un Oh de sorpresa se ve encima de él dentro del cilindro cerca muy cerca, pegados.
Éll abre los ojos de repente. Él sin sorpresa le da un beso en los morros. Ella se asusta y se levanta dándose un golpe en la cabeza con la jodida máquina lee neuronas. Se desploma de nuevo encima de él. Las luces más los sonidos de emergencia empiezan a pitar, se oye una voz en off, que dice...No haga nada, sólo relájese.