Nada podía distraer su atención.
Aquellos labios nunca musitaron palabras de amor.
Sorbos y más sorbos de piel.
Arrogancia extrema en el miembro masculino.
Orgasmos.
Y una tristeza infinita la consumió. Todo Acabado, todo fundido, todo roto en añicos de sudores y jadeos.
El vacío de lo que no se siente.
Las culpas de las palabras que quedan en los registros y florecen mudas en los rincones oscuros, acechando recuerdos.
El espejo, directa a los ojos. Brillan. No lo entiendo.