Tiempos de 24 H.

Aquello era una irregularidad absoluta, por eso me gustaba. No había ni previsión, ni método, ni forma. Era el vacío más lleno que nunca había conocido. 
Distorsionar la verdad a nuestro caprichoso. Todo lo demás carecía por completo de importancia. Eramos inteligentes.

Mientras los días acontecían los hechos que no veía, me paseaba por la normalidad más absoluta buscando algo que se pudiera igualar e imaginando que si había sucedido una vez... 
Era cuestión de valor, a mí me sobraba por eso me había vuelto prudente. 
Observaba mucho más de lo podían llegar a imaginar y hacía blogs de notas sin apuntar absolutamente nada porque sabía que si no iba a ser lo suficiente-mente importante se me habría de olvidar.


El día siguiente iba a ser jodido así pues decidí ingerir cantidad de alcohol de sobra para poder  aguantar y pasarme a última hora por el messenger por si él hacía acto de presencia. Eso lo decidí después de que una copiosa cena más la suma de los grados, me dejará sin conocimiento en la tumbona y me despertará con la certeza de que me quería ir a mi puñetera casa.
Cuando el cielo azul del día siguiente se transformo en gris por unos minutos y mis lágrimas bañaron de nuevo mis ojos. No me acordé del cursito de marras. Sólo de él. Y supe que nadie tenía  que estar conmigo en ese momento porque eran dueños de parte de mi cerebro pero no de mi corazón. 
Ese mismo día me puse a cotillear. Me resultaba gracioso pensar en causas y efectos. Y que lógicamente si alguien se quería disfrazar elegiría justo la imagen contraria, pero eso me aburría demasiado y más cuando pensaba en la selección natural. 

De nuevo en la noche del día quise encontrar la calidez de la fuerza de tu abrazo, pero tú no estabas:  



Desde luego no tenía dudas que lo suyo era cuestión de cabezonería. Qué sonriera sin esfuerzo porque una brizna de aire fresco se había colado por la ventana y le hubiese dado directamente en la cara después de lo sucedió tenía que ser cabezonería o locura porque nadie en su sano juicio habría visto motivo alguno para hacerlo.
La racha no era mala, era peor. Bueno, tampoco era cuestión de exagerar. Digamos que era igual que siempre. La única diferencia era su estado de ánimo. Eso era lo único que le importaba, sabía que esa era su fuerza, su única fuerza.
Eso marcaba la diferencia entre el "me da lo mismo" y el "qué maravilla".
De nuevo otra vez una brisa...la removió y sin causa imaginó qué la amaban con locura, cómo sin duda ella lo estaba haciendo en el fondo de su cerebro.
Ahora sólo tenía que esperar que el corazón reconociera el hecho.


Le miraba en posición de loto, esperando que se despertará, lo deseaba más que nunca. Estaba deseando comerle la boca y que mezclaran sus lenguas las babas. La brisa acariciaba su cuerpo desnudo. Se excitaba cada vez más, pensando en la exaltación que le producía ese tío. qué dicho así podría parecer un cualquiera, nada más lejos de realidad. Era su elección, su verdad, su crecimiento, su causa, su motivo, nada había más importante que él, a parte de su hijo, ¡Claro!.
Era genial, nunca tenían suficiente,ni de conversación, ni de follar, ni de plasmar, ni de silencio, ni de conversación, se miraban los ojos y se adivinaban, era la hostia en prosa, en el verso, en el reverso y en todo aquello que sus mentes quisieran explorar.
No importaba que ella estuviera sola, no importaba que la hubieran jodido, no importaba que la muerte, la desilusión, la guerras cotidianas hubieran querido arrancarla el corazón de cuajo. Esos malditos dioses que no existen, no lo habían conseguido.
Ella lo sabía porque no sólo lo había imaginado, lo había visualizado y sentido. Sucedería de nuevo.


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