El transcurso de los puntos suspensivos.

Lo difícil, lo complicado...era salir de allí. Una vez fuera, nada quedaba de esa opresión circular que iba de mi cabeza a mis pies, sin parar.
Entonces llegaba una que se hacía llamar Calma. Silenciosa, sosegada...
Miraba su pose, su elegancia, su distinción y su clase. Me ofrecía mi consuelo. Estaba en su poder. Y todo dejaba de tener ese sentido unidireccional. Me daba cuenta, qué lejos de ser la solución acertada, era las más enrevesada y compleja de todas. 
Salía de aquellos círculos concéntricos gigantes.
No era ni mi responsabilidad, ni mi carga. No era ni mi devoción, ni mi hábito. No era nada, había dejado de tener importancia. 

Era fácil sonreír fuera de aquellas cuatro paredes transparentes, la trampa era creerse libre siendo realmente esclavo.
Y ahí estaba yo, esclava de sus palabras, de sus orgasmos, de sus realidades a medias, de sentimientos muertos, esperando oír un te amo que nunca llegaba. 

Ahora, al paso del tiempo me pregunto porque lloré tanto por no quererle más, porque me sentí tan culpable de haber amado tanto, porque renunciaba a ser yo por encima de todo. 
Ahora por fin sé, que él no me quería a su lado.

Mis apetencias, mis gustos, mis principios básicos, mis dones, mis torpezas, mis errores, mis aciertos, mis vacíos, mis rellenos...todo ello se queda conmigo.
Tú o él.
No merecéis nada.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.