El gato se queda en el alfeizar de la ventana, yo me hago un café y mi hijo pone el volumen del ordenador a un valor insoportable.

Nunca soporté ni los golpes ni los gritos, quizá porque me crié entres risas y sonrisas y besos de mis padres.

El primer error de mi vida, era especialista en golpes y voces. (Golpes a los muebles y paredes). Aunque un compañero, por aquél entonces amigo,  siempre pensó que era a mi persona. Pobre diablo,  en exceso inteligente, acumula datos pero siempre le falta la perspectiva.

Se puede y debe recordar pero nunca vivir en los recuerdos. Te vuelves un zombi emocional.

Siempre fui persona de detalles nimios, sin duda para mi los más importantes.
No era por ti, en cualquier caso es de agradecer, sentirse de algún modo escuchada.

No le he puesto título a la entrada pero es que la quiero titular:  "La triste historia de una línea recta". No quieran saber por qué...
Añadir que. Los señores no se distinguen por el nudo de la corbata.
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