Punto desconocido.

Recorro las calles sin ningún sueño, sonrío al vacío y no evito mirar los ojos de la gente. Observo, admiro o me pregunto.

Con el único ánimo de lucro de encontrar algo que evite este profundo sin sentido que me cercena las ganas.   Escucho las notas. Una tras otra, una tras otra.
El inconfundible sonido de un piano y un violín me abre un paréntesis donde olvidar el irreconocible (por ajeno) sentir que me embarga.
Y es que necesito un sueño, una ilusión, una meta o unas ganas. Porque siempre he tenido algo de eso y roerme los adentros en busca de algo que sé no voy a encontrar es absurdo y pérdida de tiempo.
Así pues me hallo en un estado vaporoso difícil de explicar.

Por primera vez en mi vida me doy cuenta que no estoy enamorada ni de nada ni de nadie.
Amor.
Si estoy en libertad yo prefiero ser tu esclava.

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