Día extraño

El día estaba resultando del todo extraño.

Se despertó a las tres de la mañana pensando que eran las siete. Por tanto hizo las mismas cosas.

Encendió el ordenador mientras se calentaba la cafetera y al mirar la pantalla se percató del error. En sí, no tenía mayor importancia, todo se reducía a volverse a acostar pero en su cabeza había escuchado el zumbido insaciable del despertador. No importaba lo que dijese el tiempo, el espacio era el de las siete de la mañana por algunas horas que quedasen para tal caprichoso mortal -poner nombre al tiempo- .

Y se puso a leer. Y leyó, leyó, y cuando la entró el sueño de nuevo se fue a la cama habiendo apagado la cafetera.

Recordó que ese día se tenía que despertar a las diez y cambió la alarma.

Durmió y cuando las ondas sonoras reales la despertaron. Estaba confusa y muy cansada, la consecuencia de aquello desató un infierno. Voces, golpes, estrés, lágrimas, desolación personal, autoestima mínima. Un caos.
Pero cómo todo en esta vida no es duradero.
Sucedió. 
Y la situación se calmó por la rutina de las circunstancias.
Cosas sencillas.
Tender la ropa, la llamada de una amiga, una conversación con un amigo, la visita de un chico de la compañía telefónica.
Sí, estaba siendo un día extraño, del todo extraño. 
Tanto que empezó a verlo todo desde otro color y entonces.
Sonrío.  
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