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Un día. Tan solo un día de esos que no tienen horas, sólo momentos.
Yo pensé que la insensatez cumplía años, entonces moría y qué la locura caducaba.



No quiero ser un mistura incierta de letras, ni un icono de una expresión, no quiero que me lustren los extinguidos de las esperanzas, ni los conocedores de las tácticas, no, no quiero palabras muertas, ni las voces lógicas que recitan de memoria la mierda recurrente.







Quiero jugar al parchís sin que se me olvide que en Niger hasta los dos años a los niños no se les pone nombre. Sonreír a pesar de que los días se repiten. Acordarme de que los quiero renombrar. Quitarme la bota en el andén de un metro porque me pica la planta del pie. Gritar las hipocresías. Escribir sin morir en los intentos. Leer/te/me/os sin rechinar. Luchar mi verdad sin caer en las mediocridades...
Bajar las persianas de día por solo querer que sea de noche.

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