La verdad siempre es sencilla.


A días me despierto con una mínima neurona y grandes sonrisas en mi cabeza, esos días y no otros son los que más disfruto.
Porque el que diga que el pensar le hace feliz es que es rematada-mente idiota.

Y cuando pase el billete de metro de diez viajes a quince pavos  por vivir en el norte por el torniquete en vez de cagarme en la madre que los parió, veré la luz brillante de las aspas de acero...y así sumando pocos y más pocos y con grandes muchos pasaré el tiempo de los suspiros.
Y entonces llegará el gran momento, musitando palabras de honor, de amor...de lo que sea...sin retorcerme por las redes de mi espesura...

E incluso llegará el día del concierto y mi sonrisa de las mil caras...

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