Las manos la temblaban.
No sabía porque había querido conducir. No sabía como había sido capaz de controlar el coche. No sabía cómo era posible que estuvieran indemnes.
Se habían pasado la tarde rememorando. Sonriendo, hablando, conversando.
De repente el tiempo se partió. La dirección descontrolada, las manos sin soltar el volante, el coche dando bandazos, parar el puto coche, no volcar, no matarnos.
Trompo. muro. Se acabo.
¿Estáis todas bien? Sí.
Sí. Sí. Sí...