Gotas de tiempos.

Ella estaba sentada en el sillón, de frente al espacio reservado para el escaparate. Qué despropósito  mirar el cuerpo sin vida de lo que antes fue un alguien. Había entrado y salido varias veces de allí. Cuando en las tres últimas se dio cuenta que no tenia nada más que decir y  empezaba a observar que efectivamente debajo de tanto maquillaje estaba verde tal como había dicho su amiga. Decidió no entrar más.
Desde su sillón no veía a sus amigas, qué raro. A los minutos un sollozo profundo le sacó de su ensimismamiento. Volvió a entrar, se abrazo a ellas y dejó de pensar en lo absurdo que era todo.
Días más tarde, cuando salió del coche y todavía no daba crédito a que no hubieran volado literalmente por los aires. Se sentó en el asfalto caliente con las piernas cruzadas y lloró.
Todo sucedía demasiado rápido.
El viernes era fiesta. A pesar de ello, no quería cocinar pero unos huevos fritos con arroz con tomate no se podía considerar como tal. 
Leyó el mensaje. "Nos vamos a casa. Estamos hechos polvo. Hemos visto como atropellaban a un perro". Entonces imaginó a su amiga. Una hora más tarde le confirmaban lo que ya sabía. No podía dejar de llorar mientras su marido intentaba hacer algo por el pobre animal. 
Su amiga era en extremo sensible por eso siempre iba de dura, pensó. Y volvió a pensar que todo sucedía demasiado deprisa.
Miró por la ventana, dibujó el perfil lejano de las montañas con sus ojos y pensó en él. Quizá no era que las cosas sucedieran demasiado rápido, quizá sólo era que las cosas pasan cuando han de pasar.
Y todo quedó en silencio.


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