Yo no sabía muy bien como tomarme esas palabras y seguí pasando la aspiradora a ritmo de esa música infernal que me erizaba hasta los pelos de la nuca.
Cuando me di cuenta que me acaba de levantar y de apagar el cigarro. Un viento gélido me paralizo el suspiro que iba a meter, de esos profundos de fondo.
Y entonces me desbordo el sonido de mis carcajadas haciendo que cayese al suelo a la vez que el gato saltaba sobre mí.
Yo no paraba de reír y mi gato bonito no dejaba de mirarme con cara de interrogación interrogada.
Días después me dijeron que mis bolsillos estaban repletos de pastillas de colores de todos los sabores y todas de caramelos.
Claro¡ dije y de nuevo comencé a reír.