Un grito de cordura.

El aire me impidió salir y me produjo un gran dolor de cabeza. 
Ya no quería llegar a ningún sitio. Al llegar siempre me daba cuenta de que estaban vacíos, nada de nada, testimonios sin control, respuestas sin preguntas, cotilleos de cosas que me importaban menos que la biografía de un niño de dos meses, anécdotas de gente que no conocía y que no tenía ningún interés en conocer.
Era como meter la cuchara en un yogurt y rebañar...





Realmente sólo quería silencio y leer.
Eso o sabor de piel, lo demás después de tanto tras tanto era del todo irrelevante.




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